sábado, 9 de agosto de 2014

VATICANO: UN SINODO QUE DARA QUE HABLAR!!

A partir del 5 de octubre próximo y hasta el 19 del mismo mes, los ojos del mundo católico se posarán en el Vaticano, lugar elegido para realizar este Sínodo Extraordinario de Obispos el cual fuera convocado, hace dos años, por el papa Francisco, llegado desde el fin del mundo para dirigir una institución milenaria.
Analizando un poco el tema, se observa que se pone en discusión cuestiones de suma importancia que supera el marco de un Sínodo Extraordinario sino que se prolonga, hasta el 2015, cuando se concrete la Asamblea General Ordinaria. Siguiendo la metodología propia de la Iglesia, se puede afirmar que las deliberaciones de este año tendrán por objetivo de evaluar y profundizar datos, testimonios y sugerencias de las iglesias particulares. Un año más tarde, se pasará una suerte de peine fino con el cual se delimitarán las tareas a realizar en el nuevo contexto. Serán los encargados de individuar líneas operativas pastorales.
Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización es el tema central de la convocatoria ya que “dentro de él” se incluyen cuestiones relacionadas al matrimonio y la familia. Sabido es que dentro de la cuestión –y así los reconoce el documento Instrumentum Laboris-  se encuentran la situación de aquellos matrimonios casados dentro de las normas eclesiales, pero que se han separado y volvieron a contraer nuevas nupcias. Formaron otras familias, conocidas bajo el nombre de familias ensambladas”.
Dentro del esquema de análisis y de trabajo, de acuerdo a lo leído y a la práctica habitual de este tipo de deliberaciones, el tema central se dividió en tres secciones. De ese total, es la tercera la que atrae mayormente la atención puesto que, siguiendo al documento, está dedicada a la apertura a la vida y a la responsabilidad educativa de los padres, que caracteriza el matrimonio entre el hombre y la mujer. Queda a las claras que para la Iglesia el matrimonio junto a ser una institución, es el que se entabla entre un hombre y una mujer. Por lo tanto, el denominado matrimonio del mismo sexo, carece de todo valor y no merece ser abordado en el seno de la Iglesia.
Uno de los puntos críticos del debate está centrado en las personas que se casaron por Iglesia, se separaron y volvieron a casar, pero que hoy no pueden acercarse al sacramento de la comunión, debido a disposiciones específicas emanadas de los pontífices. El matrimonio no está concretamente mencionado tanto en el Antiguo como en el  Nuevo Testamento, tal vez porque la institución era desconocida en esa época.  Es crucial lo que se sostiene en el Nuevo Testamento, más precisamente en el Evangelio de San Mateo, capítulo 9 en donde Jesús dice: “lo que Dios une, no lo separe el hombre”, expresión o pasaje donde especifica que el vínculo matrimonial se concreta en la unión del hombre y la mujer.   
Sin embargo, queda una suerte de puerta abierta cuando Jesús señala a Pedro como la “cabeza” de su Iglesia, En ese pasaje (Mateo 16:19)  manifiesta: “lo que atares en la tierra quedará atado en los cielos y lo que desatares en la tierra, quedará desatado en los cielos”. Tal manifestación, en el lenguaje de los rabinos, lo que se quiere expresar con “atar” y “desatar”, es “prohibir” y “permitir”, “condenar” y “absolver”.
Desde el punto de vista bíblico, el tema relacionado con el matrimonio es una cuestión que gana presencia tanto en el Antiguo Testamento, como en el Nuevo Testamento. Ya en el Libro de Tobías (cap. 7 y siguientes) se narra una historia de amor que finaliza en matrimonio enmarcado en un espíritu de “recta intención”. Ya en el Libro del Génesis se fija dos motivos de “separación” en las uniones: la unión ilegítima (cuando una de las partes no es creyente) y en 1 de Corintios 7:11 se agrega la separación sin ánimo de volverse a casar. Desde un principio se consideró que un “segundo matrimonio” es sinónimo de “cometer adulterio”.
No sucede lo mismo con el sacerdocio, institución que sí era conocida en esa época, al cual, sin mencionarlo establece las “normas” para seguirlo, pero en Mateo 16:24 el texto es bien claro. Allí Jesús dice: si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”. Expresión que se repite, textualmente, en Lucas 9:23 y en Marco 8:34, mientras que en Hebreos 13:4 se deja establecido: tengan todos en gran honor el matrimonio, y el lecho conyugal sea inmaculado”.
Pero es el cardenal alemán Waler Kasper quien pone el dedo en la llaga, sacando el análisis del ámbito bíblico y volverlo más humano a la luz de lo expresado en Mateo 16:19, el prelado manifiesta: “No puedo imaginar una situación en la que un ser humano haya caído en un abismo y no haya vía de escape. A menudo no se puede volver al primer matrimonio. Si esto es posible, debería haber una reconciliación con la esposa o con el esposo, pero, a menudo, esto no es posible”.
“En el Credo -añadió el purpurado- decimos que creemos en el perdón de los pecados. Si hubiera esta falta, y si existiera el arrepentimiento, ¿la absolución no sería posible? Mi pregunta pasa a través del sacramento de la penitencia, mediante el cual hemos accedido a la santa comunión. Pero la penitencia es la cosa más importante: el arrepentimiento por lo que salió mal y una nueva dirección de vida. La nueva casi familia o la nueva relación deben ser sólidas, y hay que vivir de forma cristiana. Un tiempo de nueva orientación (metanoia) sería necesario. No para castigar a las personas, sino para una nueva dirección de vida, porque el divorcio es siempre una tragedia”.
Al final de su exposición el prelado se pregunta: “¿No es posible la absolución en este caso? Y si la absolución es posible, ¿lo es también la santa comunión? Hay muchos argumentos de nuestra tradición católica que podrían ´permitir este proceder”. Dentro del pensamiento del cardenal alemán, se observa que existe una gran preocupación dentro dela Iglesia por todo el contexto que significa el matrimonio, divorcio, vueltos a casar y nuevamente separados.
A todas luces el problema no es simple, porque presenta diferentes aristas y debe ser analizado desde una perspectiva moderna, de acuerdo a las realidades del mundo de hoy. La problemática del casado, separado y vuelto a casar supera a la especulación de los Padres de la Iglesia y de los teólogos, por lo que más que solución se busca un punto de equilibrio.
Vale la pena recordar que en el mundo ortodoxo al sacerdote se le permite contraer matrimonio y ante un segundo matrimonio, no pierde su condición. Eso sí, quien aspire a ser obispo, debe permanecer célibe. Pero vaya a modo de final el posicionamiento del cardenal que encuentra, cierto “argumento” favorable en la tradición de la Iglesia:
Alfonso María de Liguori -explicó Kasper- era un rigorista al inicio. Después trabajó con gente simple en Nápoles y descubrió que no es posible ser rigoristas. Era un confesor”. El cardenal también aludió al llamado “equiprobabilismo”, tesis que surgió en el terreno de la casuística jesuita y que hicieron suyo justamente el santo napolitano y su congregación. El principio fundamental consiste en la afirmación de que una regla moral es realmente incierta, por lo que no sería vinculante, solo cuando las opiniones en contra y a favor de la misma cuenten con un grado de probabilidad igual.



Estoy de acuerdo con esto. Y, obviamente, dado que Alfonso María de Liguori es el patrón de la teología moral, no vamos mal acompañados si nos basamos en él. Tomás de Aquino escribió sobre la virtud de la prudencia, que no critica la regla común, sino que se aplica en lo concreto y en una situación muy complicada. Entonces, creo que existen argumentos en la tradición”.
Como sea, será interesante observar el desarrollo de las posturas, a partir del 5 de octubre próximo cuando inicie sus deliberaciones el Sínodo Extraordinario de Obispos.




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