El
enfrentamiento armado va cambiando de realidad geográfica y en ese ir y venir
que parece nunca acabar, el ciudadano común termina por preguntarse el clásico ¿por
qué tantas guerras?, un interrogante difícil de responder debido a que
la lucha armada del Siglo XXI o del Tercer Milenio, como se quiera, encuentra
múltiples razones pero no tan distantes
a aquellas razones de la Primera como
Segunda Guerra Mundial. En el “día de hoy” en el Mundo están vigentes 10
enfrentamientos armados:
Ucrania,
Gaza, Libia, Mali, República Centroafricana, Afganistán, Irak, Sudán del sur,
Siria y Somalia, son
los centros de combate del “Tercer Milenio” y si “miramos” el mapa cada
conflicto está centrado en un punto estratégico. En una primera lectura de la
última década, observamos que los malos
dejaron de tener vigencia, para concentrarse en otros escenarios. Primero fue Afganistán, luego paso a Irak, más tarde a Irán y ahora la franja de Gaza, no sin antes azotar
la ex Europa Oriental, con una
cruenta guerra.
Luego
de los dos “grandes” enfrentamientos, asistimos al nacimiento de siglas las
cuales surgieron para dar forma a un
nuevo diseño de mundo, en donde “hasta hoy” unos
eran buenos y otros eran malos, como si se tratara de un reparto estelar de alguna
producción cinematográfica. Así nacieron la ONU, la OEA. El FMI, la FAO, el
Tratado de la OTAN, el BM, el BID, junto a otras tantas pero con un solo
objetivo: servir de contención frente al avance del “otro”, un otro que por sí mismo representaba un
modelo propio: la ex URSS.
Pero
esa realidad hoy carece de sentido, a la luz de los nuevos acontecimientos que
surgieron tras la caída del Muro de Berlín, que no significó el triunfo del mundo
de los unos sobre el representado por
los otros, sino la derrota de ambos,
al perder, esa lucha, todo significado de la noche a la mañana. Continúan, eso
sí, como “viejas reliquias” de un tiempo
ya pasado, organizaciones que poco a poco van disipando terreno como
sentido, pero que necesariamente deben ser reemplazadas por otras capaces de
cumplir con la nuevas funciones.
Frente
a ellos y a modo de “revancha”, van apareciendo en el horizonte de la
geopolítica otras eras, otros mundos,
que en la anterior segmentación sí existían pero carecían de valor y de
identidad, producto de ese enfrentamiento que se llamó Guerra Fría. Es así que
superada la etapa de “reacomodamiento” pero al mismo tiempo de crecimiento,
fueron surgiendo nuevas naciones ganando posiciones en la consideración
mundial.
Es
así como fueron apareciendo con todo su potencial Brasil, Sudáfrica, India,
Turquía, Argentina, Méjico, Polonia, Vietnam, Corea junto a otros
países que formaron parte de la histórica “ruta de la Seda” y que al ganar su
independencia fueron ubicándose como potencias a tener en cuenta a partir de
sus capacidades, principalmente desde la identidad cultural de cada pueblo.
Dentro
de este esquema asistimos a la aparición de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), por el otro lado y en
una suerte de segundo nivel vemos la formación de los MITN (Méjico, Indonesia, Turquía
y Nigeria), la UNASUR en
reemplazo de la caduca OEA y que
engloba a países latinoamericanos, dejando de lado a los Estados Unidos y Canadá.
Pero también en el mundo de la Vieja
Europa presenciamos el nacimiento de la Unión Europea, con moneda
y Parlamento incluido, quedando
fuera de ella Reino Unido, Suiza, Noruega, Finlandia, Suecia que mantienen su
independencia.
Pero
el nuevo esquema geopolítico no está exento de enfrentamientos bélicos. Algunos
se explican desde la necesidad de limar diferencias políticas o primacías
culturales otras, en cambio, buscan el posicionamiento estratégico sea
desde el interés económico de manejar el mercado de un recurso escaso como es
el petróleo o por razones indispensables como el contar con el control de una
determinada área geográfica. A igual de lo que sucedió en el siglo pasado, las
grandes potencias hacen valer su poderío sea bélico, industrial, científico o
económico, posponiendo al resto de las naciones que observan, desde la lejanía,
que cumplen un simple papel de acompañantes.
Detrás
de cada fusil, se cada misil, de cada bombardeo; encontramos razones económicas
de peso: manejar el recurso del petróleo, del alimento, del agua, que son
vitales para el mundo del III Milenio de acuerdo a un solo criterio, el de la
potencia dominante. Argentina, Brasil. Estados Unidos son los únicos países en
el mundo con fuertes capacidades para producir alimentos, petróleo y agua.
Argentina sola está capacitada para duplicar su producción de alimentos terminados
en menos de una década.
Por
tales razones es que estamos observando día a día, la presencia en la región de
líderes que antaño sólo se contactaban por televisión, por emisoras radiales o por
los diferentes medios de comunicación masiva. Rusia y China son dos
potencias que pueden ofrecer a Centro y Sudamérica tecnología y “espaldas”
financieras a partir de la utilización del yuan, la moneda del Gigante
Asiático, a cambio de lo “que ella tiene”: agua, alimentos, petróleo,
minerales. Así veremos nacer el petroyuan, agroyuan; reemplazando al
hasta hoy, el todo poderoso dólar norteamericano.
A
modo de una primera síntesis, podemos afirmar que el “mundo del S XX poco a poco se
desdibuja y ese detalle, incomoda y mucho a los Estados Unidos”.
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