En la “finalización” de una etapa en la vida política
argentina, se observan momentos de “fuertes turbulencias” tal cual ocurrió en
el año 2001. La realidad nacional que se registra en la actualidad, ofrece
alguna similitud con los ocurridos 13 años atrás, aunque al presente se
observan variables diferentes a las que produjeron la caída del gobierno de Fernando De la Rúa.
Haciendo un poco de historia reciente, al gobierno
radical lo “derrocaron” factores internos producidos por gruesos errores de la
política económica local que terminó provocando una fuerte reacción popular,
lejos de toda índole gremial aunque la “historia
no oficial” culpa a Eduardo Duhalde
de haber “fogoneado” el malestar social, que finalizó en sangrienta revuelta
popular.
La historia política argentina de las últimas tres
décadas de democracia, registra un dato curioso: existieron dos mandatos que
duraron 10 años cada uno: Carlos Menem y Néstor-Cristina Kirchner,
los restantes gobiernos democráticos –de origen radical- no concluyeron sus
mandatos. Los períodos presidenciales que perduraron, tienen dos características
específicas: ambos presidentes fueron
gobernadores de sus respectivas provincias, a la par que detentaban el poder
político de ese distrito.
En la “realidad” de la Argentina actual se
observa la presencia tanto de factores internos como externos los cuales “enrarecen”
el ambiente socio-económico y político pero, a diferencia del 2001, “el
componente” externo tiene mayor presencia en la medida que va transcurriendo el
tiempo. Corresponde analizar ambos frentes en perspectiva. En lo local, inflación, desocupación, aumento de la
pobreza, presión impositiva, recesión, caída de las ventas, son factores “pre-existentes”
al fallo adverso de la justicia norteamericana.
Con el fallo a favor de los “fondos buitres”, se
aceleró la complejidad del panorama externo ya que hasta el presente, la Argentina
no tiene definida la calificación del default,
inclusive no está claro su condición en el contexto de las aseguradoras de
riesgo. Pero por las dudas, nadie quiere invertir en estos momentos, por más atractivos que sean los negocios. La complejidad del panorama para el país se encuentra en: peligro de
embargo a los bienes sin diferenciarlos de lo estatal de lo institucional o privados, especialmente en los Estados Unidos, medidas
que podrían extenderse a otras naciones debido a que los requerimientos pueden ser
impulsados por la justicia norteamericana, la que cuenta con una muy respetable fama de imparcialidad y al mismo tiempo de profesionalismo.
Otro de los factores que inciden es la determinación
del gobierno nacional de cambiar el lugar de pago de los bonos reestructurados.
En lugar de Nueva York se establece
a Buenos Aires, aunque tal medida
carece de consenso interno como externo. Parte del mal humor pasa porque Argentina
al ser un país soberano, puede utilizar una serie de medidas propias de cada
país. Dentro de ese paquete, se puede exigir la identificación de los tenedores
de los bonos; pago de impuestos tales como Ganancias, Bienes Personales o pedir
que cada tenedor se presente en persona para gestionar el cobro, no aceptándose
la presencia de bancos administradores.
Otro contratiempo se encuentra en la brusca reducción
de inversiones extranjeras en proyecto de gran envergadura como lo son: la
explotación de petróleo (Vaca Muerta junto a otros yacimientos), la explotación del
litio
en provincia de Jujuy (un recurso natural de grandes dimensiones, único en el
mundo) y la ya clásica exportación de alimentos. Es bueno recordar que Argentina
es uno de los tres países en el mundo que en poco tiempo puede duplicar su
capacidad de producción.
La ausencia de inversiones junto a la presencia de una
fuerte política impositiva, el creciente índice inflacionario, la marcada
reducción en valores de productos exportables, poco a poco va enrareciendo el “aire político” del país. A estos
condimentos debe sumarse un creciente malestar social incentivado aún más por el
malestar que produce los hechos de inseguridad.
Se especula que la insatisfacción social irá creciendo
a medida que se acerque fin de año y crecerá mucho más en el 2015, habida
cuenta que se ingresa a un año político ya que se renovarán autoridades desde
presidente y vice, pasando por el Congreso y los gobiernos de provincia. Cada
comuna se convertirá en un bastión político-electoral ni bien comience el mes
de marzo y finalizará en ek 10 de diciembre, cuando asuma el nuevo presidente.
En este esquema se especula que entre los presidenciables
con posibilidades de suceder a Cristina Fernández:: Massa, Scioli, Macri, Carrió,
Solanas, Cobo, Binner, entre otros, no se encuentra una figura capaz de
capear con éxito las tormentas que azotan en el plano político, económico y social. Inclusive, se especula,
que quien suceda a Fernández deberá dar respuestas inmediatas en los cuatro
primeros meses de su mandato. De no ser así, el caos volvería a estar presente
y el desborde social sería indomable.
De registrarse este cuadro de situación, se echaría
mano a la Variante Duhalde, pero en lugar del bonaerense, se designaría
como presidenta, gracias a la Ley
de Acefalía a Cristina Fernández ya que es la
única figura política que hoy tiene un claro consenso popular. Resta saber si
el Congreso Nacional la facultará con plenos
poderes para hacerse cargo, aunque la especulación provenientes de los especialistas,
hablan que éste constituirá uno de los requisitos ineludible para asumir un
nuevo período pero sin pasar por las urnas. Es que en el 2016 se cumple el “bicentenario”
de la Independencia y en los “planes matrimoniales” estaba pactado que “ella”
presida tales faustos, como sucedió en el 2010.
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