Corresponde, a la altura de los
acontecimientos que ocurren en Argentina, precisar algunos aspectos
de la realidad diaria: lo que hoy sucede
en el país, no todo es culpa de los fondos
buitres. Antes, mucho antes, del fallo del juez Griesa la realidad argentina
ya mostraba marcados signos de agotamiento: la inflación, cada vez más fuerte,
una realidad internacional negativa para sus exportaciones con China
dejando de comprar el aceite de soja porque solo le interesa el grano; con Brasil
retractando sus importaciones; una fuerte presión impositiva interna (Impuesto a las Ganancias, IVA, Bienes
Patrimoniales), la disparada al dólar norteamericano; son algunos ejemplos
de que algo malo está pasando y ese algo, nada tiene que ver con los fondos buitres. Es verdad que el
entredicho con la justicia norteamericana puede provocar fuertes remolinos en
la economía del día pero no ahora. Por lo tanto no hay que confundir de
análisis.
Lo que está sucediendo detrás
de los fondos buitres es una jugada a fondo del más puro colonialismo, que tiene sus jugadores dentro de la economía
argentina a los efectos de impedir el
éxito de ciertas políticas. Debemos entender, por una realidad colonialista
a la extracción
del excedente económico de un país. Una forma de apropiarse de dicho excedente
–una lucha que está vigente desde la Revolución
de Mayo- es el manejo unidireccional o la apropiación directa del comercio.
Un tema que a lo largo de la historia argentina reciente, fue causa de una
lucha encarnizada en la cual estuvieron presentes en toda su magnitud, los fieles servidores de dicho colonialismo.
El manejo monopólico del comercio
fue seguido luego por el financiero
con la presencia del empréstito de la Baring, ni bien la Argentina
se declaró independiente. Tal dominio
financiero siempre actuó a modo de apoyo
a la variante comercial hasta el
último golpe cívico-militar-religioso que convirtió una década, la década más oscura y criminal de la
historia, en la que floreció con toda su fuerza destructiva, gracias a la
política económica diseñada por Martínez de Hoz.
Gracias a esa política, se
introdujo la era bonista, en la
década de los 80 para endurecerse aún más en los años 90 –plan de
convertilidad- porque gracias al modelo económico del menemismo, se permitió
que se tomara refinanciamiento de las obligaciones vencidas, a tasas
crecientes. Los economistas que actuaron como ministros de Economía, fallaron
uno a uno, agravando aún más la situación, lejos de ir solucionándola. Es así
que el gobierno surgido en el 2003 asume muy condicionado sea por parte de
factores internos como por la presión del FMI y aliados de la UE. La realidad
para ese año era el de una economía en situación calamitosa: se encontró con
amplias ramas de la economía aplastadas, con la liquidación del capital social
y con un fuerte avance sobre los derechos de los trabajadores. Es bueno
recordar, a esta altura, el caso de la coima
a Senadores para facilitar la aprobación de una ley laboral y que fue la
puerta del derrape definitivo del gobierno encabezado por De la Rúa.
El objetivo perseguido por el colonialismo
era mostrar la posibilidad de
concretar el arribo de inversores, si se seguía con determinadas políticas. Los
flujos financieros de ayer, actuaban
como los modernos espejitos de colores
de entonces. Al decir de Carlos Scaletta,
el
colonialismo del S XXI es sofisticado y multidimensional. Esto es así
porque el endeudamiento en divisas
junto a mantenerse intacto, cada día gana peso. Durante los años 2001 al 2003,
el colonialismo estaba convencido que el caso
argentino serviría de fuerte
escarmiento para aquellos países que pretendieran revertir el cuadro de
situación, perjudicando sus intereses.
Queda entonces bien claro que el
problema con los fondos buitres más
que un problema económico, es un problema de política internacional. ¿Por qué de política internacional? Porque a partir del 2003, Argentina
fue revertiendo una situación muy negativa, en altamente positiva. Sin ingreso
de fondos frescos, al crecimiento lo fue sustentando con recursos propios
apoyando, su política, en el gasto público, en el sostenimiento del consumo,
recuperación de los puestos de trabajo junto a otras variables que terminó
convirtiendo al país en un verdadero mal ejemplo porque desarrolló un mecanismo, capaz
de superar las políticas de sujeción impuestas por el colonialismo del Siglo XXI.
El verdadero problema que hoy
presenta la lucha contra con los fondos
buitres, es que se frenó el flujo de fondos financieros,
porque el interés argentino pasa por un nuevo entendimiento con las finanzas
internacionales, a la par de una toma de deuda en divisas pero a tasas
razonables. ¿Para qué? Para hacer frente a picos de vencimientos, financiar
obras de infraestructura, y hacer frente a potenciales déficit de cuenta
corriente. En otras palabras, volver a lo anterior pero en forma más clara y
económica. El fallo del juez Griesa,
avalado por la Suprema Corte de Estados
Unidos lo que hace es posponer esta estrategia y nada más, debido a que los
problemas indicados en la introducción, ya existían son producto de una
combinación de factores que superan a los fondos
buitres.
Lo que está madurando en la
conciencia de los argentinos, es que Argentina ya no puede cometer esa
suerte de pecado original, como lo señalara Noemí Brenta, porque esa política es pan para hoy y hambre para
mañana y tal esclarecimiento, de la deuda, está acompañado, además, por el
factor inédito: el problema de la deuda externa queda blanqueada en toda su
dimensión y a la vista de todo el pueblo argentino. Se está poniendo blanco sobre negro y eso no es
conveniente para los agentes internos del colonialismo.
Una vez más, la política de no avivar giles que sigue la Argentina
produce sarpullido dentro de las
estructuras de poder internacional y este es, el
verdadero problema, los fondos buitres no.
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