Por estas horas el mundo, créase
o no, sigue con atención el “tire y afloje” entre el gobierno argentino y los fondos buitres, que tienen a su favor un
fallo de la justicia norteamericana. La importancia que adquiere tal entredicho
–bajo ningún punto menor- radica en si triunfará un “modelo” de
reestructuración de deuda, dejando de lado a los grandes operadores, o se impondrá el criterio de los grandes monopolios.
Es que a la problemática
planteada por los fondos buitres hay
que analizarla desde una perspectiva mucho más amplia, a la habitualmente
conocida: Argentina vs fondos buitres.
El estudio debe efectuarse a partir de la definición de “¿qué hay detrás de Argentina?” y
el ¿qué
hay detrás de los fondos buitres?”. A medida en que se vaya buscando
una respuesta a cada interrogante, se puede observar la profundidad y la
complejidad de la problemática. Quien triunfe en la pulseada, habrá trazado una
línea de acción la cual mantendrá su vigencia por un par de décadas en todo el
Mundo. Aquí radica su primera importancia.
La Argentina trata de
encarrilar o de reordenar los vencimientos de su deuda externa a un costo que
le permita, por un lado cumplir con los compromisos pero al mismo tiempo, razonable.
Tal posicionamiento se presenta como algo
sencillo y de acuerdo con la realidad
mundial de hoy en día, pero
encierra un peligro latente el cual
molesta y sobremanera, a los intereses de los Estados Unidos.
¿Cuáles son esos intereses? Para
los Estados Unidos el endeudamiento
soberano de un Estado es un arma de suma importancia porque el endeudamiento de
un Estado busca dos claros objetivos: por un lado fijar la hegemonía de los
Estados Unidos tanto monetaria como
financiera y, la segunda, tal endeudamiento le presta o actúa como una suerte
de garantía en la validación de intereses políticos, económicos o estratégicos,
de acuerdo a lo puntualizado por la doctora Noemí Brenta.
Para la economista, tal situación
se ve favorecida porque los Estados se encuentran imposibilitados en tomar
deuda en su moneda propia, viéndose obligados a tomar deuda en moneda extranjera
a partir de los criterios de “mayor
estabilidad” de las divisas y al poco, casi nulo, poder de ahorro de las
denominadas potencias periféricas. Pero tal esquema cada día va perdiendo validez o se va desdibujando por la
combinación de una suerte de circunstancias que se van concretando en el mundo
y a un mismo tiempo.
Es que repasando la historia –en especial la de América Latina- se
observa que de la conquista, se pasó
a la época de los golpes militares,
para aprovechar los albores de la democracia en procesos de privatización, para llegar en la actualidad a la
aparición de los fondos buitres.
Corresponde precisar que cualquiera de las etapas enunciadas respondía a claros
procesos de apropiación de recursos naturales de los Estados periféricos, a
partir de un mayor endeudamiento. En la época militar que impregnó a toda la América
Latina, fue notorio el proceso de
“equipamiento militar” el cual se concretó con la toma de mayor deuda externa.
Es así cómo se llega a la crisis de los 90, era en que se
consolidan las democracias, donde los problemas estallan con fuerza en países
como Méjico,
Perú, Ecuador, Venezuela, Argentina, a la que se debe sumar los países
asiáticos junto a Rusia. Tal erupción reconoce un
mismo origen: el endeudamiento en divisas y la fragilidad de las
economías de países emergentes. Es el mismo caso, haciendo caso omiso a las distancias,
del deudor que tomó una deuda superior a sus reales posibilidades de pago. Parte de
ese endeudamiento responde al juego que asume el capital especulativo, el cual actúa por fuera del sistema, pese a lo profundo del tema, poco y nada
hicieron al respecto organismos como el FMI, el BID o el Banco Mundial para
frenar el juego sucio de ese capital.
Una de las medidas que adoptaron
algunos países emergentes, fue el de acordar a comercializar sus productos con sus propias monedas dejando de lado a las
restantes divisas (dólar norteamericano, euro), si bien tal variante no obtuvo
gran éxito, lo poco alcanzado alcanzó para encender luces de alarma en los países desarrollados. ¿Qué sucedió? Que
los ahorros logrados más las políticas seguidas, les permitió a los países
emergentes a acumular grandes volúmenes de reserva en divisas internacionales,
trasladando así el problema a Estados
Unidos y Unión Europea.
Al trasladarse el problema a los
países desarrollados, paulatinamente quedaron al descubierto complicaciones de
magnitud de sus propias economías: comenzó a aparecer con fuerza el deterioro
de la producción industrial (ya en Estados
Unidos, Detroit, una ciudad
industrial por excelencia, se encuentra totalmente abandonada), también marca
contradicciones el dinamismo tecnológico como el relacionado con la
distribución de ingresos; a lo que se le debe sumar el conflicto social: parte
por la migración interna de la eurozona
como de regiones envueltas en guerras. Como si esto fuera poco, el eje de
producción y comercial quedó desplazado en dirección de los países asiáticos, China,
Japón, Corea y a las potencias emergentes, como las englobadas en el BRICS.
En este esquema se encuentra la Argentina
que está endeudada en dólares pero al mismo tiempo tironeada entro los viejo
(representado por los Estados
Unidos-Unión Europea) y lo nuevo, que no es otra cosa como la sustitución del mercado por la política, recuperación
del trabajo como factor de valor, reindustrialización, redistribución de
ingresos, la inclusión social que en síntesis, significa apostar por robustecer
la autonomía de las naciones, tamaño desafío no puede ser nunca ni
digerido ni aceptado por las naciones hegemónicas.
Cada vez que el mundo siente la voz de Argentina, a los Estados Unidos y a la Unión Europea se
les viene a la memoria aquella frase histórica de Néstor Kirchner: “déjenos crecer,
los muertos no pagan las deudas”
formulada en la Asamblea General de las Naciones Unidas, allá por el 2003.
Tal frase no es otra cosa que recobrar la soberanía. Aquí radica el “gran”
problema y la única cabeza de turco
que hoy tienen a mano, son los “fondos buitres”.
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