Si se compara el contexto social-político-financiero de
la Argentina
de hoy con la que se registraba en la Argentina del año 2001, se destacan
notables ausencias de factores pero se corrobora la presencia nítida de otros
elementos los cuales, por el momento, no se manifiestan como fuera de control.
Para definir bien el dónde estamos parados, conviene recordar aunque más no sea a
grandes rasgos, los reales factores de desencadenaron la crisis de diciembre de 2001. Los componentes centrales fueron: una clara crisis financiera y política. Financiera porque no se permitía la
extracción de dinero en efectivo de los plazos
fijos, cuentas corrientes, cajas de ahorro sean nominadas en pesos
argentinos como en dólares norteamericanos. A ello se sumaba el hecho que los
gobiernos provinciales, frente a la ausencia del auxilio monetario nacional, no
podían cancelar la liquidación mensual de haberes (sueldo y sueldo anual complementario)
como la cancelación de obligaciones con sus contratistas o proveedores
habituales, situación ésta que llevó a emitir cuasi monedas las cuales tenía “circulación
restringida” pero ante la necesidad de la población de contar dinero constante, fueron aceptadas en amplias
regiones del país. Tales situaciones fueron las verdaderas causales del estallido
social del 19 y 20 de diciembre del 2001.
Desde lo Político la crisis se agudizaba y
abonaba el descontento social existente porque había renunciado el
vicepresidente de la Nación, quien denunciaba la existencia de pagos extras (la jerga popular la denominó “la banelco”) a senadores
nacionales con el fin que prestaran cuórum y votaran a favor una serie de leyes
exigidas por el mercado. Como la
molesta situación nunca se dilucidó, la segunda fuerza política del país, el partido Justicialista, comenzó a
retacear su apoyo y la alianza que llevó al gobierno a Fernando De la Rúa, inició
un proceso de disolución. A estos ingredientes, debe sumársele el hecho que la
mayoría de las provincias estaban gobernadas por gobernadores y legisladores
provenientes del Partido Justicialista.
La protesta social se extendió a las calles y como
primer elemento fue la presencia de las personas autoconvocadas en puntos
neurálgicos de las principales ciudades argentina, que se limitan a golpear las
cacerolas dando el mensaje que no había que comer. Tales manifestaciones
fueron reacciones espontáneas, sin la presencia de grupos convocantes sean
partidos o agrupaciones políticas, sindicatos o algún caudillo popular. Es que
el malestar por la falta de dinero y ante la imposibilidad de contar con los
ahorros propios, los argentinos fueron saliendo a la calle cada vez más. Días previos
al gran
estallido se habían registrado saqueos a supermercados y grandes
tiendas en las principales ciudades de todo el país.
La presión popular se hacía sentir cada día más, siendo
el 20 de diciembre de ese año, un día clave: por la madrugada renunciaba el
ministro de Economía, Domingo Cavallo y un día más tarde
lo hacía Fernando De la Rúa luego que sus intentos por dialogar
con las fuerzas políticas del país fracasaran.
En este apretado resumen se observan la presencia de componentes nacionales que hoy están
presentes: la recesión, producto de factores externos, como ser: pérdida
del valor de los granos, fuerte presión del FMI y el no giro de apoyo
financiero, situación que se encuentran en la realidad argentina: la
soja está cayendo de sus valores históricos y no hay ingreso de divisas vía
inversiones o préstamos internacionales. También se encuentra presente la recesión
con una pérdida acumulada de 400 mil
puestos de trabajo, marcada caída de producción de naftas, que registra una
caída entre el 6 y el 9% en lo que va del 20014.
En el plano social no se registran movimientos de autoconvocados sino que las
movilizaciones responden a políticas sindicales o de grupos sociales de
diferentes orientaciones políticas. Se podría afirmar que la protesta social
está hoy impulsada por movimientos de izquierda pero que carecen de fuerza y
estructura territorial capaz de una gran convocatoria. Los éxitos de estos tipos
de protesta se pueden encontrar en las tomas de terrenos y/o inmuebles y en
algunas fábrica de origen extranjero.
Las tomas de terrenos (conocidas como toma
o la toma) es un movimiento que surgió en la década de los años 90,
provenientes de regiones del Paraguay y Bolivia, y una de las regiones donde
hicieron “pie”, fue el interior rural de la provincia de Santiago del Estero, un
Estado que se distingue por contar con serias falencias en la tenencia de la
tierra. Desde allí se extendió a otras regiones del país, llegando al día de
hoy a cubrir casi todos los centros urbanos de importancia. San
Carlos de Bariloche cuenta con distintas tomas de terrenos o predios y
que son producto de la dejadez de las autoridades provinciales, comunales o
judiciales e inclusive propietarios. Una de ellas data de hace tres años. Según
narra una de las “tomantes”, al predio arribaron dos familias y luego, al ver
que nadie hacía nada, fueron llegando día a día más familias y hoy el predio ocupado cuenta
con 470 grupos de "tomantes".
En la Argentina de hoy encontramos en el escenario socio-político una marcada recesión,
caída en el valor de los granos y merma en la exportación de cortes de carnes;
las ventas al Brasil están hoy muy lentas, casi paralizadas; hay problemas con
Paraguay y Uruguay; a lo que se suma el conflicto judicial con los fondos
buitres y la justicia norteamericana y una actitud de lejanía con los
distintos Organismos Internacionales de crédito, llámese: Club de Parías, FMI, Banco
Mundial, UE, etc. Las potenciales salidas a la crisis financieras con los fondos buitres, registra una fuerte oposición por parte de todo el arco político que no apoya la gestión de Cristina Fernández y a diferencia del 2001, la oposición está muy dividida.
A eso debe sumársele la imposibilidad que tiene la
población para adquirir moneda extranjera (dólares norteamericanos, euros,
reales) sea para ahorro, para compras en el extranjero o viajar a destinos
turísticos del exterior. En el plano interno se encuentra muy fuerte el problema
de la inflación, pérdida de puestos de trabajo y los esfuerzos
realizados por el gobierno nacional con el fin de mantener vivo el consumo
interno, está comenzando a arrojar índices preocupantes. Es el caso del PROCREAR,
PRO.CREAUTO, TARJETA ARGENTANK entre otros planes impulsados desde el ámbito
oficial que con el correr del tiempo van perdiendo su eficacia. Se impulsó el PROCREAR con el fin de aumentar la actividad del sector de la construcción y pese al gran esfuerzo, los índices de actividad son negativos.
Junto a la falta de estabilidad económica, debe
sumársele la inseguridad producto de la presencia de mafias organizadas, del
tráfico de estupefacientes pero que se agudizan debido a la tirantez existente
entre funcionarios nacionales y líderes que apoyan al actual gobierno, del modo
de conceptualizar el delito y la metodología a seguir a la hora de combatirlo. Todo
esto va armando una “rara ensalada”
que puede o no, crear el escenario para impulsar la variante Duhalde, hay
elementos firmes, pero no determinantes aunque se percibe un malestar social que va creciendo. Por ahora la nave puede seguir, pero si se continúa por el camino equivocado, ¿volverá a encallar?
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